6.1. La estrategia del hambre

5.1.1. LA ENFERMEDAD Y SUS CAUSAS

En 1974, el Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, dirigido por Henry Kissinger, durante el mandato del presidente Nixon, adoptó como directriz oficial de los Estados Unidos el memorándum de seguridad nacional 200 (National Security Memorandum-200 (NSSM-200)). El NSSM-200 permaneció en secreto durante años y sólo se dio a conocer al público en 1991. En él se afirmaba que «el crecimiento de la población de trece naciones grandes del Tercer Mundo es una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos».
Os preguntaréis: ¿por qué el crecimiento de la población en el Tercer Mundo es una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos?
Ese mismo documento lo explica claramente:

«La localización (por parte de los estados del Tercer Mundo) de reservas conocidas de minerales de la mayor calidad, favorece una mayor dependencia de las regiones industrializadas respecto a los estados menos industrializados... Es posible que empresas extranjeras sean expropiadas o sometidas a intervenciones arbitrarias: a través de acciones de los gobiernos, conflictos laborales, sabotajes o desordenes civiles. Con ello, la llegada de materia prima se vería comprometida. A pesar de que la presión demográfica no constituye el factor determinante, los peligros serán menores si se reducen las condiciones de crecimiento de la población».

Queda claro en el NSSM-200 que el control de las materias primas y de las reservas minerales del Tercer Mundo es el interés de la estrategia de seguridad de los Estados Unidos. La amenaza contra este interés del crecimiento de la población, en realidad, es una coartada para encubrir la amenaza real: los estados del Tercer Mundo (especialmente los que tienen una población creciente y desigualdades también crecientes) podrían rebelarse contra el robo de minerales y materias primas que llevan practicando desde hace más de un siglo Estados Unidos y otros estados.
El presidente de los Estados Unidos, Lyndon Johnson, resumió ingenua y acertadamente la situación en un discurso pronunciado en Alaska, ya en noviembre de 1966:

«Existen 3 mil millones de personas en el mundo y solamente 200 millones son nuestras. Tenemos una desventaja de 15 a 1. Si la fuerza tuviera razón, inundarían Estados Unidos y se llevarían lo que tenemos. Nosotros tenemos lo que quieren».
Es decir, «el enemigo es el mundo entero». Johnson advirtió que «si no lo hacemos bien, se abalanzarán sobre nosotros para quitarnos lo que es nuestro».

Esta amenaza para los intereses de los Estados Unidos de los estados pobres actualmente se ha convertido sólo en una parte del problema.
Hoy en día, los Estados Unidos poseen una población que es menos de un 5% de la población mundial, y además son incapaces de alimentarla y de cubrir sus necesidades fundamentales.
En realidad, hoy el enemigo no sólo son los estados pobres del Tercer Mundo y del sur, sino también los pobres de los estados ricos, que van en aumento. Incluso en la propia cuna del Imperio. En ambos casos, se trata de excedentes de población y se establecen estrategias para suprimirlos.
Pero la orientación racista de los programas de control de la población no deja lugar a dudas de que hay algo más en este asunto que el control de los recursos planetarios.
Alexander King, notable por sus reformas en la política de educación y más tarde presidente del Club de Roma, reconoció en una entrevista para el Schiller Institute que el problema era que la proporción de la raza anglosajona había caído al 15%, mientras que la negra, mestiza y amarilla constituían el 85% de la población mundial. Y, de acuerdo con él, esta tendencia tenía que cambiarse urgentemente.
Mucho antes, Bertrand Russell, escribía en su libro «Perspectivas de Civilización Industrial»: «La población blanca mundial pronto dejará de aumentar... Las razas menos prolíficas tendrán que defenderse contra las más prolíficas con métodos repugnantes, pese a ser necesarios».
El estancamiento anunciado por Russell hace años ya se ha producido y no deja de aumentar.
Desarrollaremos y documentaremos el contenido racista y eugenésico de los programas de control de la población en futuros trabajos.
17.5.2. El tratamiento.

En el NSSM-200 se delinearon parte de esas estrategias. En ese documento se puede leer, por ejemplo:
«Los Estados Unidos podrían trabajar con organizaciones internacionales estimadas y creíbles, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Banco Mundial y la UNICEF».
De hecho, como hemos visto en el apartado de las organizaciones internacionales, eso es precisamente lo que se está haciendo.
Como afirma Noam Chomsky: «El Fondo Monetario Internacional es un instrumento más barato que los marines o la CIA, y puede encargarse de la tarea».
La amenaza del crecimiento de población no sólo se afronta con programas directos de anticonceptivos y de esterilización, sino chantajeando a los estados con el arma que suponen los programas de ayuda y alimentos.
Alan Gregg, de la Fundación Rockefeller, dijo:

«La superpoblación es un cáncer; nunca he oído que un cáncer se curara alimentándolo». Alan Greegg

El documento NSSM-200 también plantea que hay que chantajear a los estados del Tercer Mundo fomentando el hambre y otros métodos, como estimular revueltas populares:

«El arma de los alimentos debe ser utilizada. Los gobiernos del Tercer Mundo que no se sometan voluntariamente al programa de reducción de población, deberán ser forzados a esa sumisión por estos medios: denegarles el crédito por parte del FMI, incitar a la rebelión a la población hambrienta, etc. ».

En la misma línea, Erhlich proponía ya en 1967:

«Negar toda ayuda ajena a un país de población creciente, el cual creemos que no hace un esfuerzo máximo para limitar su población».

Esta estrategia coincide con la planteada en otros documentos, tales como el informe del Consejo de Población, que hemos citado anteriormente (ver «Population Council»), en el que se plantea no sólo usar el arma de los alimentos, sino también ejercer «presiones políticas» sobre los gobiernos o sobre grupos religiosos disidentes, Llegando inclusive a «cambios de soberanía», una forma «delicada» de hacer referencia a los siniestros métodos, que son conocidos: promocionar sangrientos golpes de estado para implantar gobiernos títeres terroristas o simplemente fomentar la guerra; en ambos casos, con la ventaja adicional de aumentar las ventas de armamento.

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