1.1. El control de natalidad: el arma eficaz del neocolonialismo
"Teoría de las bostas de caballo: también los gorriones quedan satisfechos cuando los caballos han tenido buena digestión”. Galbraith
La tesis oficial del control demográfico
El control de la natalidad se nos presenta como una alternativa necesaria a los supuestos problemas de superpoblación planetaria.
La tesis oficial, «acusar a la víctima» consiste básicamente en lo siguiente:
La razón principal del rápido empeoramiento actual de las crisis en la salud, la malnutrición, el subdesarrollo, la ecología y el medio ambiente es que hay demasiada gente en el planeta.
La solución: control de la población, púdicamente llamado «planificación familiar».
La tesis oficial omite que el individuo medio en los EEUU y en Europa:
Consume 50 veces más energía y otros recursos que el Tercer Mundo.
Genera 50 veces más basura y desechos tóxicos que una persona pobre del mundo subdesarrollado.
La presión producida sobre los recursos mundiales por 10 nacimientos en África es menor que la que produce uno en Europa.
Por otra parte, no es cierto que falten alimentos. Incluso los antinatalistas World Wildlife Fundation reconocen que se podría alimentar a 10.000 millones de personas. De hecho, como reconoce Edouad Saouma, exdirector de la FAO, la producción mundial de alimentos ha crecido más deprisa que la población desde 1975.
Los aumentos en los índices de natalidad son mucho más importantes cuando aumenta la desigualdad social.
Antes del colonialismo, los pueblos de todo el planeta eran capaces de gestionar sus recursos y su población en consonancia con ellos.
Por citar sólo un ejemplo, la India era el principal productor mundial de algodón. Tras su colonización por los británicos, que destruyeron su economía tradicional, la India tuvo que importar algodón. Lo mismo le sucedió a Vietnam con el arroz durante la guerra con los Estados Unidos.
Para una familia extremadamente pobre, tener muchos hijos es una necesidad económica. Su plan de seguros casero es tener muchos hijos, porque la mortalidad infantil es alta.
El caso de Estados Unidos es un buen ejemplo si tenemos en cuenta los datos siguientes, que prueban que está aumentando la pobreza en el estado más rico del mundo.
Con una población que sólo representa el 5% del total planetario, los Estados Unidos devoran casi la tercera parte del total de recursos naturales. A pesar de ello, son incapaces de alimentarse:
Uno de cada cuatro niños vive en situación de pobreza.
22 millones de personas al día pasan hambre.
Cerca de 40 millones carecen de cobertura sanitaria.
Sabemos que se han abierto hospitales para tratar la malnutrición infantil en Chicago.
La consecuencia ha sido, inevitablemente, un aumento de natalidad, que supera las tasas de los estados europeos.
El problema no es la superpoblación. Ni tampoco lo es el de los recursos planetarios como se pretende que creamos.
Estos problemas en los que se centran muchas ONGs ocultan el problema real, que es la diferencia en la distribución de los ingresos y el reparto desigual de la riqueza.
El esquema de la copa de champán es ilustrativo. La copa se está alargando, en el sentido de que los pobres son cada vez más pobres y los ricos son cada más ricos, y cada vez menos.
Es una situación injusta e insostenible a diversos niveles: políticos, económicos y ecológicos.
El orden mundial no pretende en modo alguno eliminar la pobreza, que él mismo genera, sino eliminar a los pobres que le incomodan y que sobran.
Las medidas de control de la natalidad y la epidemia de SIDA deben ser entendidas en este marco. Os invito a examinar su estrategia.